La donación de órganos en nuestro país se perfilaba, hace cosa de treinta años, como un asunto similar al que hoy ocupan otros temas de actualidad científica como la medicina genómica: se trataba de un asunto importante, al cual no se le concedía la importancia debida. Hoy, el asunto ha tomado dimensiones inimaginables.
El tema se ha vuelto polémico y nos ha llevado a reflexionar sobre los aspectos que conlleva para cada una de las partes involucradas. Por una parte sabemos que, para conservar su salud o mejorar su calidad de vida, algunas personas requieren de un órgano específico de alguno de sus semejantes, mientras que, para éstos, la donación de ese órgano representa literalmente “arrancar” un trozo de su cuerpo para darlo a otro que lo requiere con urgencia para mejorar su vida o tal vez para salvarla.
La Ley General de Salud, en su articulo 321, señala que la donación consiste en: ´´el consentimiento tacito o expreso de la persona para que, en vida o después de la muerte, su cuerpo o cualquiera de sus componentes se utilicen para trasplantes.
Sin embargo, debemos entender que no se trata únicamente de un procedimiento legal o medico, si no de un compromiso moral y humano que permitirá a una o varias personas vivir unos años mas, mejor calidad de vida y cumplir sueños y metas que no podrían lograr si no les damos un regalo de vida.